martes, enero 31, 2006

Toni on the road: Granada.



Yo, bajaba de un taxi que me dejó en la misma puerta del monumento. Mientras, los copos de nieve caían como hojas en primavera… La Alhambra erguida, vigilante sobre el Albaicín me esperaba mientras acogía entre sus muros el hormigueo de cientos de viajeros de todas partes del mundo.

Siendo sincero diré que era la primera vez que visitaba este sitio. Es curioso… está a escasamente una hora y media de donde vivo… y he tardado 24 años en decidirme a ir (si… es que soy asi de impulsivo ¬_¬’). Aunque he de reconocer que estaba algo nervioso, también reconozco que hasta el momento antes de poner un solo pie en tierra morisca era algo escéptico respecto a las fascinantes habladurías que durante toda mi vida había escuchado sobre este lugar. Que aunque se me antojaba legendario, no era mas que una imagen desenfocada de lo que podría encontrarme. Y como buen entusiasta, no quería que una idea preconcebida de este enclave me sugestionara o me hiciera esperar mas de lo que en realidad pudiera haber.

Así que cámara en mano, audioguia en la oreja y un agujero en el bolsillo me adentré entre sus paredes mientras mi cuerpo se fundía con la nieve, la lluvia, el frío, y las piedras. Toda una experiencia, imposible de contar con palabras.

Mis pies estaban pisando antigua tierra de moros, de sultanes y grandes mandatarios. La imagen de la nieve cayendo sobre sus fuertes muros era realmente cautivadora. El Palacio de Carlos V, los palacios nazaries, el generalife…, todo ese recinto tiene una magia especial que renace de sus maderas labradas, de los mocárabes que cuelgan de los techos, de la piedra desnuda, de sus fuentes y de sus aguas. Entrar alli es un viaje en el tiempo hacia las mil y una noches, un recorrido por la pluma de Washington Irving… Romántico, hipnótico, único, inexplicable…

Una vez que indagué dentro de sus entrañas descubrí algo que jamás olvidaré... Que la magia de los relatos que escuche de pequeño sobre La Alhambra no es mas que una débil sombra comparado con el esplendor de aquel recinto y la emoción de sentirlo palmo a palmo, mientras te dejas llevar por el encantamiento de un estandarte histórico que no puede ser pasado por alto en la vida de nadie.

A mi sultana, Silvia.

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