domingo, noviembre 18, 2007

Cobardía

Aquel día como muchos otros se arregló un poco y echó en el bolsillo algunos chicles de menta de esos que solo necesitas cuando no tienes ninguno. Salió a la calle con un cosquilleo en el estómago que no recordaba tener desde que era solo un niño y soñaba todas las mañanas con ver a esa amiguita especial que tanto le miraba en clase.

Por la calle se repetía a si mismo que ese era el día, debía ser valiente, debía ser un león. Tendría que ser un hombre… pero en el fondo sabía que prefería luchar en la Batalla de Normandia con las bombas rugiendo a su alrededor que enfrentarse a aquella mujer… una extraña mezcla entre la dulzura del azúcar y la frialdad del hielo.

Como todos los días esperó pacientemente bajo la luz tenue de aquella bonita farola intentando mantener esa postura elegante que impidiera que la ropa se le arrugara, y que a la vez pareciera lo mas improvisada posible.

Ella salió de ese edificio sobre unos zapatitos pequeños, con unos vaqueros y una camiseta que ceñían en suaves pinceladas el mismo pecado convertido en carne, y que al roce de su piel conseguía convertir en las sedas mas suaves y exóticas que este mundo había conocido jamás. Él apretaba sus manos intentando que la sangre que movía esa irresistible forma de andar hasta la mitad de su cuerpo volviera a subir por donde había venido y le permitiera pensar con claridad. Y cuando por fin lo conseguía, una pícara sonrisa de medio lado y una penetrante mirada capaz de evaporar su cuerpo en un segundo lo acababan dejando fuera de combate, mirando como un tonto como se le volvía a escapar la oportunidad de confesarle al oído sus mas oscuros y carnales deseos. Mientras..., ella se alejaba despacio esperando notar sus manos por la espalda y que un cálido beso le rozara el cuello…

Así siguieron durante mucho tiempo, amándose en secreto, viviendo un duelo de cobardes donde por una vez, el vencido escribiría la historia.

Ese día él volvió a esperarla y ella volvió a salir por la puerta del edificio. Apretó de nuevo las manos y anduvo decidido hacia ella. Ese día seria diferente pasara lo que pasara. Y cuando faltaban unos pocos pasos para llegar hasta ella la miró a los ojos y antes de que pudiera decir una sola palabra sus pies se pararon en seco… Se dio la vuelta y se fue para no volver jamás a ese lugar bajo la luz de la farola...

Esa misma noche se quitó la chaqueta al llegar a casa, se sentó en la cama, buscó en sus bolsillos y no encontró más que unos chicles de menta, buscó en su memoria y solo pudo ver unos grandes y hermosos ojos que habían dejado de amarle…

A todos los cobardes que buscan ser valientes,
y a todos los valientes que no reconocen ser cobardes.

Toni

7 comentarios:

Vero dijo...

O.o eso lo has escrito tú? ahora me siento inútil por no ser capaz de soltar cosas como ésa, gracias xDDD

No, en serio, que es muy bonito...y triste...

Cucho L.Capilla dijo...

Una historia muy buena Antonio. Muy buena.

Silvia dijo...

Me ha gustado mucho. A ver si publicas más cositas de estas.
Besitos

crazyflamy dijo...

Toni me has dejado sin palabras, está super lindo e increible lo que has escrito, me has tocado el corazón y me has impresionado mucho, siempre escribes muy bien e interesante pero este es muy sentimental, gracias por compartirlo, un besototottote...
(y Comparto el comentario de Vero)
Lucía

Toni dijo...

Muchas gracias a todos por los comentarios. Estas pequeñas historias suelen acabar siempre olvidadas en lo mas hondo de mis cajones o en lo mas oscuro de mi memoria... y por vergüenza o por vagueza acaban por no ver la luz.

Me alegra que os guste. Pondré alguna mas.

PD: Ahora me pondré pesado pero vosotros lo habéis querido buhahaha (risa maléfica)

Faboo dijo...

Ponte, ponte pesado, que podemos contigo.

Genial, buena historia. Carpe diem memento mori y todas esas cosas.

Anónimo dijo...

Pues sí. Es una historia preciosa que deja un sabor amargo.
Toca los sentimientos de quien la lee y te hace pensar.
Me ha gustado mucho.